La parroquia y el órgano de Peralta guardan un ajetreado pasado. El viejo templo del s. XVI tuvo que ser abandonado y en 1833 el culto fue trasladado al iglesia actual, levantada al efecto. De la primitiva fábrica queda el campanario barroco que recibe al viajero al entrar en la villa.
También el órgano fue trasladado al nuevo templo y situado, conforme a la manera habitual en España, en una tribuna lateral del coro alto, en el lado de la epístola. La actual disposición de la fachada parece denotar dificultades en el acomodo al nuevo lugar. El conjunto resulta alargado hacia lo alto, apartándose de las proporciones entre anchura y altura que solían practicar los antiguos.
El instrumento, en su estado actual, ejemplifica muy bien los avatares que sufrieron tantos órganos ubicados en lugares prósperos y activos, en los que no solían faltar recursos para adaptar los órganos a los sucesivos cambios de gusto. El teclado cuenta con una curiosa octava "semicorta" en la que sólo falta el do sostenido grave. Por contra, en el agudo llega hasta el re5. Su tubería constituye un muestrario de diferentes etapas: desde tubos con una aleación muy rica en estaño, claramente anteriores al s. XVIII, hasta varios registros del s. XIX, entre ellos un bello clarinete de medio registro, situado en fachada. La batalla en general es amplia, como corresponde a los gustos de finales del s. XVIII y principios del s. XIX. En la restauración órgano efectuada por Eduardo Briviesca en 2009 se añadió una regalía en fachada, utilizando el espacio de un registro anterior que había desaparecido.
Notas al programa
El programa Miscellanea Hispanica ilustra con música la peripecia histórica del órgano de Peralta: desde su presumible origen en el s. XVI, junto con el primitivo templo que lo albergó, hasta su traslado a la ubicación actual hacia 1833. En medio, el florecimiento de la organería barroca con sus registros partidos, sus cornetas de secretillo elevado, sus trompetas en batalla y sus arcas de ecos. Por todos estos capítulos transcurre la música que sonará hoy.
Los orígenes conocidos de la música española para órgano muestran una proximidad con los modelos germánicos que habían predominado durante la primera mitad del s. XVI. Así lo sugieren tanto los sistemas de notación empleados como la estabilidad de la textura contrapuntística, entre otros rasgos que la distinguen del repertorio francés e italiano de la misma época. Desde el siglo XVII el repertorio español muestra un estilo bastante característico, paralelo al tipo particular de instrumento cultivado por la organería hispánica de ese momento. En la segunda mitad del s. XVIII el nuevo estilo italiano es asumido como el principal medio de expresión por parte de los organistas, abriendo las puertas a una dinámica que conducirá a la música española hacia el estilo internacional del siglo XIX, apenas identificable ya con la vieja tradición.
En el sevillano Francisco Correa de Arauxo se dan cita un sólido manejo de la forma y una expresión apasionada, siempre dentro de las fronteras de la estética hispánica tal y como había sido establecida por Cabezón y sus coetáneos. El Medio registro de tiple de décimo tono trasluce la progresiva evolución del tiento eminentemente contrapuntístico del s. XVI hacia la monodía acompañada del barroco en ciernes, para lo cual no fue de menor auxilio la división de los teclados ibéricos del s. XVII en dos registraciones diferentes. En este tiento de medio registro de Correa, la mano derecha despliega una melodía altamente emotiva, sobre un funtamento armónico tejido por las voces graves del contrapunto y asignado a la mano izquierda con una registración más sobria.
El tudelano Jusepe Ximenez ejerció de organista en la catedral de Zaragoza y fue uno de los eslabones más relevantes en la brillante escuela de órgano que allí floreció durante unas cuantas décadas. De Ximenez sonarán tres elaboraciones sobre la melodía tradicional hispánica del himno eucarístico Pange Lingua. Esta venerable melodía continuó fecundando el ingenio de los organistas y maestros de capilla del todo ámbito hispánico hasta comienzos del s. XX, cuando el decidido apoyo del papa Pío X a la restauración del canto gregoriano operada en la abadía de Solesmes favoreció que fuera sustituida por su correspondiente romana, con el fin de ser empleada en el entonces incipiente canto litúrgico popular.
De Juan Cabanilles, organista de la catedral de Valencia, se conserva un gran número de obras en las que se detecta un gusto por las grandes formas, además de una muy notable técnica de teclado. Este Tiento de batalla del quinto tono se inserta en el género de imitación bélica, con la evocación de los clarines mediante notas y acordes repetidos de nítida armonía. La observación punto baxo indica que está compuesto un tono por debajo de lo que era habitual en las piezas escritas en el quinto tono o modo eclesiástico.
También Diego Xarava encarna muy bien este momento de transición. Xarava fue acusado en cierto momento de simpatizar con el partido austríaco, pero más tarde manifestó su adhesión al nuevo poder borbónico, lo cual le garantizó su permanencia como organista de la Capilla Real de Madrid, donde siguió cultivando un estilo totalmente afiliado a la tradición anterior.
La música de los autores que siguen en el programa pertenece ya al nuevo estilo "internacional". El bilbaíno Joaquín de Oxinaga, de quien este año se cumple el tercer centenario de su nacimiento, ejerció de organista en Burgos, Bilbao y la Capilla Real de Madrid, para finalmente acabar sus días en Toledo como organista de la catedral primada. Oxinaga se dio con predilección a la escritura de fugas en un estilo vivo y transparente.
A José de Nebra están atribuidas las dos sonatas que figuran en el programa. En ambas destaca la eficacia de la escritura para teclado, el equilibrio en la forma y la inspiración del material melódico y armónico.
El corellano Fray Joaquín de Asiain y Bardají, organista que fue en el monasterio de San Jerónimo de Madrid, fue especialmente elogiado por Hilarión Eslava en su Breve memoria de los organistas españoles:
Fr. Joaquín Asiain escribió mucho (...), y aunque no dio a la prensa ninguna [de sus obras] no por ello fueron menos estimadas por los profesores inteligentes. (...) Mi ilustre antecesor D. Mariano Rodríguez de Ledesma, que a su mérito como compositor reunía muy buen criterio en el arte, decía, hablando de los organistas de aquella época, que el P. Asiain tocaba con tal elegancia y gusto, que iba delante de todos sus contemporáneos en medio siglo.
Las dos series de versos de Fray Joaquín de Asiain presentes en el programa ilustran bien la combinación del estilo galante con el canto llano que caracteriza al repertorio litúrgico español de esta época.
El programa culmina con José Lidón, organista de la Capilla Real, cuya música para órgano muestra un estilo sólido y muy bien trabado, a menudo ligado a la sonoridad de los registros que demanda para sus piezas. en el archivo parroquia de Peralta se conservan copias manuscritas de la música de Lidón, lo que indica que formó parte del repertorio interpretado por los organistas del lugar.
Tanto Lidón como Asiain fueron testigos de la invasión francesa y la subsiguiente desestabilización política del país. En 1833, año del montaje del órgano de Peralta en su emplazamiento actual, accedió al trono Isabel II. Faltaban solo tres años para que su ministro Álvarez de Mendizábal iniciase los decretos desamortizadores que echaron por tierra todo el marco en que Lidón, Asiain y sus antecesores habían crecido y vivido musicalmente. La penuria organística que de ello se derivó no entrevió su remedio antes de que, ya en la segunda mitad del siglo, Eslava y sus contemporáneos se pusieran manos a la obra para la reconstrucción.